Es uno de esos mensajes repetidos, sostenidos durante los últimos años y realmente importante, al que, sin embargo, no prestamos en absoluto la importancia que tiene. Con los datos en la mano del Índice Planeta Vivo del Fondo Mundial para la Naturaleza se puede afirmar que los seres humanos estamos acabando con los animales a una velocidad tan rápida que, los mamíferos, anfibios, peces, reptiles y aves son menos de la mitad de lo que era en 1970. Una cifra escalofriante, pero, más escalofriantes la velocidad a la que se ha producido este desastre en el que nuestros modelos de vida, por supuesto, son determinantes.
Para elaborar este índice se han tomado como referencia más de 10,000 poblaciones de 3000 especies de vertebrados diferentes por todo el mundo, tejiendo un modelo de información muy fidedigno y representativo de la realidad, lo cual si cabe refrenda más la sensación de estar inmersos en una carrera loca con una predicción a muy corto plazo realmente negativa para la naturaleza.
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Y es que los datos no miente, en menos de dos generaciones humanas el tamaño de las poblaciones de especies de vertebrados en el mundo han disminuido a la mitad. Éstas son las formas de vida que realmente constituyen el tejido que sustenta los ecosistemas, dicho de otra manera, en apenas 50 años hemos reducido a la mitad los principales actores del sostenimiento del ecosistema, en una especie de retirada de los puntales de suelo que nos soporta.
De todos los animales, aquellos que viven en agua dulce (todos y todas las especies sin excepción) son los que más han sufrido, aquí estamos hablando de la desaparición de más de las tres cuartas partes desde el año 1970, lo que de hecho supondría casi el doble que el de las especies terrestres y marinas que han caído un 39% cada uno. Según WWF la pérdida de hábitat como resultado de la construcción de represas de energía eléctrica, las construcciones y la contaminación industrial, y en general la actividad humana están en el origen de este desastre natural.
Dentro del informe citado, se utiliza la huella ecológica como una vara de medir la realidad de nuestro tiempo en lo que a la relación entre los seres humanos y el planeta se refiere. Las conclusiones son igualmente devastadoras. Partiendo de la afirmación sobre la influencia del cambio climático en la disminución de las especies, encontramos datos como que en 1961 sólo el 36% de la huella ecológica de la humanidad provenía de la quema de combustibles fósiles, en el año 2010 esa cifra alcanzaba el 70%.
Los cambios de hábito y las modificaciones en las conductas de vida tienen aquí un peso muy importante. Si por ejemplo, cada persona en la tierra pusiera practica la forma de vida del ciudadano promedio de Qatar para sostener este modelo necesitaríamos 4.8 planetas como el actual, si se adoptaran los hábitos de vida norteamericanos necesitaríamos también nada menos que 3.9 planetas… aquí la diferencia es notable, simplemente el impacto por volumen de población como podemos comprender es muy diferente y la proporcionalidad, aún siendo desfavorable acatar, no acalla el nivel de impacto que genera el hecho de que prácticamente serían necesarios cuatro planetas si todos viviéramos como los norteamericanos.
En cualquier caso no se puede echar la culpa en exclusiva a los países más desarrollados, el crecimiento demográfico y la riqueza significa que los países aun más pobres todavía no viven de manera sostenible, los países de ingresos bajos tiene la huella más pequeña pero sufren las mayores pérdidas de ecosistema, y coinciden en mayor medida cuando se colocan en la parrilla de crecimiento, significándose de manera notable los países emergentes.